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El Sermón del Monte... “Entren por la puerta angosta”La Atalaya 1979 | 15 de mayo
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a las personas que quieran permanecer en el camino a la vida: “Guárdense de los falsos profetas que vienen a ustedes en ropa de oveja, pero por dentro son lobos voraces.”—Mat. 7:15.
Por la expresión “falsos profetas,” Jesús quiso decir maestros religiosos que falsamente alegan representar a Dios. Estos engañadores se presentarían “en ropa de oveja.” Por medio de presentar un despliegue hipócrita de ternura, humildad y otras cualidades como de oveja, tratarían de dar la impresión de ser parte del “rebaño” de adoradores de Dios. (Vea Salmos 78:52; 80:1; 100:3.) Pero por dentro los falsos profetas serían “lobos voraces,” es decir, extremadamente codiciosos, deseosos de apoderarse de cosas, y ansiosos de hacer presa de otros para satisfacción personal.
El Hijo de Dios declaró que los falsos profetas ‘vendrían a ustedes,’ es decir, desde fuera del rebaño que él, como “el pastor excelente,” recogería. (Juan 10:11) En vez de ser una amenaza que hubiera de venir en el futuro distante, los engañadores estaban en existencia en aquel mismo tiempo. Evidentemente Jesús pensaba especialmente en los fariseos, quienes falsamente alegaban ser los voceros de Dios. Ellos se habían “sentado en la cátedra de Moisés,” y alegaban ser los intérpretes oficiales de la ley divina. (Mat. 23:2) Pero los fariseos eran hipócritas que de hecho impedían que la gente hallara la puerta angosta y el camino estrecho que lleva a la vida. (Mat. 23:13-15; Luc. 6:39) En cuanto a la engañosa “ropa de oveja,” estas palabras de Jesús dichas en una ocasión posterior son informativas:
“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! porque se asemejan a sepulcros blanqueados, que por fuera realmente parecen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicia. Así ustedes también, por fuera realmente, parecen justos a los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de desafuero.”a—Mat. 23:27, 28.
¿Cómo pudiera alguien reconocer a los ‘lobos en ropa de oveja’? Jesús dio una pauta fundamental junto con una ilustración: “Por sus frutos los reconocerán. Nunca se recogen uvas de espinos o higos de cardos, ¿verdad? Así mismo todo árbol bueno produce fruto excelente, pero todo árbol podrido produce fruto inservible; un árbol bueno no puede dar fruto inservible, tampoco puede un árbol podrido producir fruto excelente. Todo árbol que no produce fruto excelente llega a ser cortado y echado al fuego.”—Mat. 7:16-19.
Todo árbol o planta que lleva fruto produce su propio tipo particular de fruta. No todas las plantas llevan fruto que sirva para consumo humano. Sería una pérdida de tiempo el tratar de obtener frutos como uvas e higos de los espinos y los cardos. Los frutos apropiados para consumo humano deben venir de un árbol que esté saludable y que sea de la clase apropiada. Si un árbol continuamente llevara “fruto inservible,” eso sería una indicación segura de que el árbol mismo se habría “podrido.” Un árbol así, podrido, sería “cortado” y usado junto con cambrones, espinos y malas hierbas como combustible para fuegos.—Compare con Salmos 58:9; Eclesiastés 7:6; Isaías 44:14-16; Mateo 6:30; 13:30.
Mientras sus oyentes tenían fresca en la mente esta ilustración tomada de la vida agrícola, Jesús repitió el principio básico o fundamental: “Realmente, pues, por sus frutos reconocerán a aquellos hombres.” (Mat. 7:20) Hablando en sentido figurado, entre aquellos “frutos” estaría lo que los falsos profetas dijeran como enseñanza. Sobre esto, Jesús añadió: “El hombre bueno del buen tesoro de su corazón produce lo bueno, pero el hombre inicuo produce lo que es inicuo de su tesoro inicuo; porque de la abundancia del corazón habla su boca.”—Luc. 6:45.
Entre los frutos que revelarían la verdadera naturaleza de los falsos profetas también estaría su derrotero general de conducta. (Compare con Marcos 7:21-23.) Uno no puede ocultar su verdadera condición de corazón indefinidamente. Con el tiempo sus palabras y actos revelan lo que uno es.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1979 | 15 de mayo
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Preguntas de los lectores
● ¿Qué debe entenderse del proverbio que dice: “Al burlador lo debes golpear, para que el inexperto se haga sagaz; y debe dirigírsele censura al entendido, para que discierna conocimiento”?
Este proverbio se halla en Proverbios 19:25, y llama nuestra atención a dos diferentes métodos de impartir instrucción. Los padres pueden estar al tanto de ambos.
Como en primer lugar señala el proverbio, para que una persona inexperta o sencilla aprenda que es necesario evitar la comisión de males, quizás tenga que ver el castigo que le viene a un malhechor endurecido y burlador. La vigorosa acción que se toma sirve para impartir enseñanza al inexperto. Para él, esa acción probablemente tenga fuerte efecto disuasivo. Sin embargo, el entendido no necesita tan poderosa lección de advertencia. Suele ser suficiente para él oír palabras de censura; rápidamente acepta el consejo y lo aplica.
Muchos padres han visto ya la veracidad de estas palabras, y otros quizás hayan de verla y beneficiarse por la aplicación de este proverbio. Para aprender a evitar un mal derrotero, a veces el niño tiene que afrontar disciplina vigorosa, como la de unas nalgadas (sea porque ve que esto le viene a otro, o lo experimenta él personalmente). Aunque al principio tal disciplina pudiera parecer desagradable tanto al niño como a los padres, el resultado puede dar prueba de que vale la pena. (Heb. 12:11) Se puede llevar al niño a la condición que se describe al fin de Proverbios 19:25.
En muchos casos en los cuales un niño recibe consistentemente corrección firme y moldeadora de los padres, el niño adelanta hasta el punto en que puede aprender de las palabras de censura o consejo de los padres. ¡Qué excelente lección para que la aprendamos temprano en la vida!
● La Biblia dice que Moisés se mantuvo vigoroso hasta el mismo momento de su muerte. (Deu. 34:7) Entonces, ¿por qué dice Moisés en Deuteronomio 31:2 que, al tener ciento veinte años de edad, ya no podía “salir y entrar” delante de los israelitas como caudillo de ellos?
Fundamentalmente, parece que lo que quería decir Moisés en Deuteronomio 31:2 era que ya a él no se le permitiría “salir y entrar” delante de los israelitas para conducirlos a la Tierra Prometida.
En algunas traducciones el punto no queda claro porque Deuteronomio 31:2 lee de tal manera que parece que Moisés estuviera diciendo que físicamente estaba incapacitado para conducir al pueblo. Por ejemplo, la Nueva Biblia Española dice: “He cumplido ya ciento y diez años y me encuentro impedido, además, el Señor me ha dicho: ‘No pasarás ese Jordán.’”—Deu. 31:2, cursivas añadidas.
Pero es muy obvio que Moisés no podía haber estado diciendo que no podía dirigir a la nación debido a decrepitud. Sabemos eso, porque después de la muerte de Moisés se escribió: “Y Moisés tenía ciento veinte años de edad al morir. Su ojo no se había oscurecido, y su fuerza vital no había huido.”—Deu. 34:7.
De modo que queda claro que Moisés era bastante vigoroso. Aunque obviamente no estaba tan robusto como lo estaría un joven fuerte, era excepcional para la edad que tenía; no estaba incapacitado debido a la edad avanzada. Hasta el mismo momento de su muerte estuvo capacitado para conducir al pueblo.
Pero Moisés finalmente entregó el acaudillamiento del pueblo a Josué, quien, aunque algo más joven que él, tenía experiencia, aptitud y el espíritu de Dios sobre él. (Éxo. 24:13; 33:11; Núm. 27:18; Deu. 31:3; 34:9; Jos. 14:7-11) La razón principal por la cual Moisés hizo esto fue para que Josué pudiera introducir al pueblo en la Tierra Prometida, lo cual Dios no le permitiría a Moisés hacer.
Este pensamiento se ve con claridad en algunas traducciones bíblicas. Por ejemplo, la versión en inglés de Isaac Leeser vierte Deuteronomio 31:2 así: “Yo tengo ciento veinte años de edad; ya no puedo salir y entrar; porque el SEÑOR me ha dicho: No pasarás este Jordán.” Y la Traducción del Nuevo Mundo vierte así este versículo: “Hoy tengo ciento veinte años de edad. Ya no se me permitirá salir y entrar, puesto que Jehová me ha dicho: ‘No cruzarás este Jordán.’”—Deu. 31:2.
Por eso, aunque todavía era un hombre bastante
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