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  • ¿Qué los mueve a hacerlo?
    La Atalaya 1981 | 1 de diciembre
    • ¿Qué los mueve a hacerlo?

      “CARTAS extravagantes.” Así se refirió al conjunto de papeles el anunciador de una subasta. Pronto un postor —un señor alto e inteligente— lo tenía en su poder. El objeto en cuestión era solo parte de un libro... una porción de la Versión de los Setenta del llamado Antiguo Testamento. Pero bastó para impulsar al comprador a emprender un estudio del idioma griego.

      Unos dos años después, por casualidad el comprador pasó por la misma librería. Asombrosamente, halló allí el resto del mismo libro, y enseguida lo adquirió a poca costa. El dueño de lo que ahora era un ejemplar completo de la Versión de los Setenta del “Antiguo Testamento” en griego pasó años traduciéndolo, y así produjo “la primera traducción de la Versión de los Setenta al inglés.” También tradujo el “Nuevo Testamento” del griego original. ¿Qué lo movió a hacer aquello?

      No podemos saberlo con certeza, porque parece que el traductor, Charles Thomson, nunca escribió un prefacio que nos hubiera revelado su motivo. Thomson fue secretario del Congreso de los Estados Unidos desde 1774 hasta 1789. Él, en su calidad de secretario, y John Hancock, que entonces era presidente del Congreso, fueron los primeros que firmaron la Declaración de Independencia. Después que Thomson dimitió del cargo de secretario, pasó unos 20 años traduciendo las Santas Escrituras.

      Relativamente pocas personas han tenido la habilidad lingüística y el incentivo necesarios para traducir la Palabra de Dios de los idiomas en que fue escrita originalmente: el hebreo, el arameo y el griego. Pero algunos se han sentido movidos a compartir el grandioso mensaje de la Biblia con su prójimo. Por supuesto, en comparación con los miles de millones de personas que constituyen la humanidad, han sido verdaderamente pocas las que han difundido la verdad bíblica. No obstante, todavía podemos preguntar: ¿qué los mueve a hacerlo?

      Sí, ¿qué mueve a los testigos de Jehová a llamar a la puerta suya? ¿Por qué tienen ellos el vivo deseo de compartir con usted las “buenas nuevas” de la Palabra de Dios? ¿El ejemplo de quién siguen? El de Cristo.

  • “Quiero”
    La Atalaya 1981 | 1 de diciembre
    • “Quiero”

      YA HABÍA llegado a cierta ciudad de Galilea la noticia de que Jesucristo había curado enfermos y expulsado demonios. Llegado a dicha ciudad, se le acercó un hombre lleno de lepra.

      El leproso se echó rostro en tierra y se puso a suplicar a Jesús hasta de rodillas, diciendo: “Si tan solo quieres, puedes limpiarme.” “Con esto,” informa la Biblia, Jesús “se enterneció, y extendió la mano y lo tocó, y le dijo: ‘Quiero. Sé limpio.’ Y al instante desapareció de él la lepra, y quedó limpio.”—Mar. 1:40-42; Luc. 5:12, 13.

      Aquí estaba un hombre que padecía de lepra... una enfermedad que en aquellos días se consideraba repulsiva, asquerosa. Temiendo contagiarse de esta terrible enfermedad, la gente acostumbraba rehuir de los leprosos. Pero, ¿qué hizo Jesús? Él extendió la mano y tocó al leproso. Él no temió. Más bien, se compadeció del hombre.

      Aunque siempre estaba ocupado, Jesús nunca dejó de comprender los sentimientos, las necesidades y las circunstancias de las personas. Hay muchos ejemplos excelentes como éste del interés personal que Jesús mostró en otros. Este atributo de Jesús nos hace quererlo, nos consuela y fortalece. No hay modo más elocuente de expresar cómo él se siente acerca de las personas que necesitan ayuda, incluso hoy día, que por lo que le dijo al leproso: “Quiero.”

      Al proceder así, Jesús estaba reflejando brillantemente la personalidad de su Padre, Jehová Dios. A Jehová, como Dios de la eternidad y de la perfección, no le falta nada. No obstante, él optó por compartir su amor y sabiduría con otros. Por eso, creó en el cielo y en la Tierra vida consciente, inteligente, dotada de la capacidad de amar. Y no solo provee él generosamente para sus criaturas en conjunto, sino que se interesa en nosotros de modo íntimo y personal, pues escucha nuestras oraciones y examina nuestros corazones individualmente.—Rom. 8:26, 27.

      Por medio de interesarse altruistamente en el bienestar de otros, los verdaderos seguidores de Jesús ponen de manifiesto que son imitadores de Jehová Dios, y llevan a cabo la voluntad de Dios, a veces sin que ellos mismos lo sepan.

      “QUIERO VOLVER A VISITARLA”

      Jesús mandó a sus discípulos que predicaran las buenas nuevas del reino de Dios. (Mat. 24:14; 28:19, 20; Hech. 1:8) Puesto que los testigos de Jehová toman esta comisión muy en serio, visitan cada casa, deseosos de compartir el mensaje de la Biblia con los que quieran escuchar.

      Los evangelizadores que se interesan sincera y personalmente en el bienestar de las personas que viven en su territorio son los que tienen el mayor éxito. El que los proclamadores de las “buenas nuevas” tengan esta clase de interés naturalmente hace que escuchen a la gente a fin de saber cuanto puedan acerca de ella. Un buen médico no le da una receta al paciente antes de examinarlo cuidadosamente. Así mismo, si el cristiano tiene el corazón lleno del deseo de ayudar a la gente, él también querrá llegar a conocerla. Solo entonces podrá el testigo de Jehová ayudar a las personas eficazmente.

      Por eso, para los testigos de Jehová, la mejor manera de prepararse para la predicación no consiste tanto en aprender de memoria las presentaciones verbales como en preparar su corazón. Si en nuestro corazón sentimos interés genuino en las personas con quienes tratamos, nunca nos encontraremos sin saber qué decir. Diremos y haremos cosas que les ayuden en sentido espiritual.

      El que nos interesemos personalmente en otros en el desempeño de nuestro ministerio hace que sigamos pensando en las personas con quienes hablamos, aun después de apartarnos de su puerta. Hace que deseemos volver a visitarlas.

      Una testigo de Jehová que vive en Connecticut (Estados Unidos) contó a su madre la experiencia que había tenido un día al hablar con una joven en la actividad de predicar de casa en casa. “Me miró con aquellos ojos azules y grandes, y dijo: ‘No creo en Dios,’” dijo la Testigo a su madre. “Pero me parece que hay algo que vale la pena ahí, mamá, y quiero volver a visitarla.”

      La Testigo sí volvió. Se empezó un estudio de la Biblia. Seis meses después, la joven empezó a tomar parte en la predicación de casa en casa, y poco después se bautizó como cristiana. Hoy día, ésta, que antes era atea, es la esposa de un superintendente viajante de los testigos de Jehová.

      Puesto que estamos imitando a Jehová y a Jesús cuando nos interesamos personalmente en otros, la gente se siente atraída a nosotros y a la verdad de la Palabra de Dios que enseñamos.

      ‘INTERÉSENSE LOS UNOS EN LOS OTROS’

      Lo que une a los discípulos de Jesús en la congregación cristiana es el interés amoroso que se tienen los unos a los otros. (Juan 13:35; Gál. 6:10) El apóstol Pablo comparó la congregación cristiana al cuerpo humano al describir la interdependencia y el interés mutuo que existen entre sus miembros. Escribió:

      “El ojo no puede decir a la mano: ‘No tengo necesidad de ti’; o, de nuevo, la cabeza no puede decir a los pies: ‘No tengo necesidad de ustedes.’ . . . No [debe haber] división en el cuerpo, sino que sus miembros [deben tener] el mismo cuidado los unos de los otros.”—1 Cor. 12:14-25.

      La expresión griega para la frase ‘tener el mismo cuidado los unos de los otros’ significa literalmente ‘deben preocuparse los unos por los otros.’ (Kingdom Interlinear Translation) Esto subraya la intensidad del interés personal que los miembros de la congregación deben tener los unos en los otros. Pablo provee un argumento convincente a favor de esto al decir: “Si un miembro sufre, todos los otros miembros sufren con él; o si un miembro es glorificado, todos los otros miembros se regocijan con él.”—1 Cor. 12:26.

      Al interesarnos personalmente en otros, hacemos que salgan a relucir sus buenas cualidades. Vemos en otros el potencial para hacer lo bueno, y fomentamos esa capacidad.

      La Biblia nos dice que Bernabé se interesó personalmente en Juan, cuyo apellido era Marcos, en su calidad de compañero misionero. Bernabé veía en Marcos un buen potencial, a pesar de la dificultad que éste había causado a Pablo y a Bernabé durante el primer viaje misional que realizaron. Como resultado, se ayudó a Marcos a desarrollarse espiritualmente hasta llegar a ser un siervo espléndido de Dios. (Hech. 13:5, 13; 15:36-39; 2 Tim. 4:9-11) Con el tiempo, Dios bendijo a Marcos con el privilegio sobresaliente de escribir por inspiración el libro bíblico que lleva su nombre.

      Así mismo, en los Estados Unidos, un anciano cristiano se interesó personalmente en un adolescente de la congregación. Invitó al joven a acompañarlo y a ayudarle en la construcción de un Salón del Reino, un lugar de reunión para la congregación. En camino a casa, acostumbraban pasar un rato tomando algún refrigerio y conversando. El joven ya es adulto y está sirviendo de superintendente de circuito. Pero todavía recuerda el interés personal que este anciano manifestó en él, y lo considera uno de los puntos principales de su desarrollo espiritual.

      Como cristianos verdaderos, podemos experimentar un nuevo destello de gozo y propósito en la vida por medio de interesarnos personalmente en otros... en personas con quienes compartimos el mensaje bíblico, así como en nuestros hermanos y hermanas espirituales de la congregación, entre ellos los jóvenes, los ancianos, los enfermos, las viudas, los huérfanos y los miembros de nuestra propia familia. Así podemos llenar su vida de felicidad.

      Al mismo tiempo, estamos seguros de que Dios también nos recompensará de muchas maneras. Como nos aseguró Jesús: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.” (Hech. 20:35) Por lo tanto, pues, que todos los que genuinamente aman a Dios imiten al Padre celestial al manifestar interés personal en otros. Jesús nos dio el ejemplo de cómo hacerlo cuando dijo al leproso: “Quiero.”

  • ¿Qué significa ser miembro de una iglesia?
    La Atalaya 1981 | 1 de diciembre
    • ¿Qué significa ser miembro de una iglesia?

      “Todavía hay muchísima fe y participación en asuntos religiosos,” es el comentario de un investigador de la Fundación del Seminario de Hartford sobre los resultados obtenidos en una encuesta realizada en la urbe de Boston, Massachusetts. El noventa por ciento de las personas entrevistadas dijeron que creían en Dios y más del 70 por ciento dijo que pertenecía a una iglesia.

      No obstante, el “Globe” de Boston, que auspició la encuesta, hace notar que “parece que la religión organizada tiene poca influencia en los individuos.” ¿Por qué? Solo el 5 por ciento de la población total dijo que consultaría a un clérigo para que le aconsejara si se hallara “en seria dificultad,” y solo el 7 por ciento de los miembros de las iglesias dijeron que harían tal cosa.

      La encuesta también mostró que “la mayoría de los miembros de las iglesias no leen la Biblia, no dan gracias en las comidas y no asisten con regularidad a los servicios religiosos.” Entre los que profesan ser católicos, solo el 11 por ciento lee la Biblia con cierta regularidad, y solo el 8 por ciento se deja guiar por lo que ella dice. En el caso de los protestantes, las cifras correspondientes son de 23 por ciento y de 15 por ciento.

      La Biblia predijo que habría un tiempo en que los humanos tendrían “una forma de devoción piadosa” pero que ‘resultarían falsos a su poder.’ De esa manera describe el apóstol Pablo a la mayor parte de los que afirman ser cristianos durante “los últimos días.” (2 Tim. 3:1-5) ¿Puede usted discernir la señal segura de desastre?

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