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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1977
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1977
w77 1/12 págs. 730-731

¿Qué quiso decir el sabio?

El valor superior de la sabiduría

Una herencia es de valor. Pero ¿de qué provecho sería si el que la recibiera no tuviera perspicacia para administrarla apropiadamente? El rey Salomón escribió: “Buena es la sabiduría junto con una herencia y es ventajosa para los que ven el sol. Porque la sabiduría es para una protección lo mismo que el dinero es para una protección; pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría misma conserva vivos a sus dueños.”—Ecl. 7:11, 12.

Así se muestra que la sabiduría tiene mayor valor que las posesiones materiales. Una persona que careciera de sabiduría podría malgastar rápidamente una herencia. Aunque el dinero suministra una medida de protección y faculta a su poseedor a obtener lo que necesita, todavía se puede perder o alguien puede robárselo. La persona rica quizás hasta llegue a ser blanco del robo y la violencia. Por otra parte, la sabiduría, la aptitud para usar el conocimiento en resolver problemas o alcanzar ciertas metas, puede salvaguardar a uno de correr riesgos tontos que pudieran poner en peligro su vida. Puede salvar a uno de una muerte prematura y, cuando se funda en temor apropiado a Dios, puede resultar en que uno obtenga vida eterna.

La sabiduría definitivamente tiene valor protector. El sabio dijo: “La sabiduría misma es más fuerte para el sabio que diez hombres en poder que haya en una ciudad.” (Ecl. 7:19) Debido a su valor protector, la sabiduría puede efectuar más que “diez hombres,” un número completo de guerreros, en cuanto a proteger a los habitantes de una ciudad que estuviera bajo sitio.

En vista del hecho de que todos los seres humanos somos imperfectos, no podemos pasarla sin la guía sabia que Jehová Dios ha provisto en su Palabra. Por ser pecadores, los seres humanos están muy lejos de alcanzar la norma perfecta de Dios. Salomón dijo: “Pues no hay hombre justo en la tierra que siga haciendo el bien y no peque.” (Ecl. 7:20) Sin duda, entonces, debemos hacer de la sabiduría revelada en la Biblia la sabiduría nuestra. Esto nos capacitará para tener buen éxito en nuestro camino tanto ahora como en el futuro.

Cosas que el hombre no puede cambiar

Muchas cosas que suceden en este mundo imperfecto están más allá del control humano. Aunque son indeseables, no se pueden cambiar. El rey Salomón comentó: “Ve la obra del Dios verdadero, pues ¿quién puede enderezar lo que él ha torcido?” (Ecl. 7:13) En otras palabras, ¿quién entre la humanidad puede enderezar los defectos e imperfecciones que Dios permite? Nadie, pues no solo hay un propósito detrás de todo lo que el Altísimo mismo hace, sino que también es con un propósito que él permite que otras cosas sucedan.

Por esta razón Salomón recomienda: “En un día bueno muestra que estás en lo bueno, y en un día calamitoso ve que el Dios verdadero ha hecho aun éste exactamente como aquél, a fin de que la humanidad no descubra nada en absoluto después de ella.” (Ecl. 7:14) Según este consejo, uno debe apreciar el día en el cual las cosas van bien y mostrarlo por medio de reflejar bondad, generosidad, benignidad y gozo en sus propias palabras y acciones. Debe considerar un buen día como un don de Dios. Pero ¿qué hay si el día trae calamidad, dificultad? Uno hace bien en ‘ver,’ es decir, reconocer, que Dios ha permitido que suceda la calamidad. ¿Por qué ha permitido tal cosa? Salomón dice: “A fin de que la humanidad no descubra nada en absoluto después de ella.”

El hecho de que Dios nos permita enfrentarnos tanto a gozos como a dificultades no solo nos suministra la oportunidad de desarrollar aguante, sino que también, como señaló Salomón, debe grabar en nosotros que no podemos saber exactamente qué traerá el futuro. No hay excepciones; la calamidad puede sobrevenirles tanto a los justos como a los inicuos. De hecho, pudiera ser que personas justas estuvieran sufriendo, mientras que hombres inicuos aparentemente estuvieran prosperando. Salomón continuó: “Todo lo he visto yo durante mis días vanos. Existe el justo que perece en su justicia, y existe el inicuo que continúa largo tiempo en su maldad.”—Ecl. 7:15.

Esta situación, por supuesto, perturba a muchas personas. Hasta se encolerizan con el Altísimo. Pero esto es algo que debe evitarse. En cambio debemos confiar en Dios, recordando que él es un Dios de amor. (1 Juan 4:8) Lo que él permite nunca resultará en daño permanente para nadie. El hecho de que tanto lo bueno como lo malo le puede venir a uno debe hacernos comprender la importancia de no depender de nosotros mismos, sino de Dios. Aunque quizás no entendamos ciertas cosas ahora, podemos estar seguros de que, después de haber llegado todo a su desenvolvimiento completo, lo que Dios ha permitido habrá cumplido con un propósito provechoso para todo el que ha estado envuelto en la situación.

El apóstol Pedro aclaró esto cuando comentó sobre el sufrimiento que les sobrevenía a compañeros de creencia de él en su tiempo: “Amados, no estén perplejos a causa del incendio entre ustedes, que les está sucediendo para prueba, como si algo extraño les sobreviniese. Al contrario, sigan regocijándose por cuanto son partícipes de los sufrimientos del Cristo, para que también durante la revelación de su gloria se regocijen y se llenen de gran gozo. Si a ustedes los están vituperando por el nombre de Cristo, son felices, porque el espíritu de gloria, sí, el espíritu de Dios, descansa sobre ustedes.” (1 Ped. 4:12-14) “Después que ustedes hayan sufrido por un poco de tiempo, el Dios de toda bondad inmerecida, que los llamó a su gloria eterna en unión con Cristo, terminará él mismo el entrenamiento de ustedes, él los hará firmes, él los hará fuertes.”—1 Ped. 5:10.

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