La esperanza... lo que da poder para aguantar
¡QUÉ valioso es el aguante! Sin esta cualidad el bien conocido violinista nunca se hubiese hecho famoso y la renombrada soprano no hubiese podido cautivar a sus oyentes. Sí, el aguante no es solo deseable, sino también necesario, para alcanzar una meta. Esto es especialmente cierto para el cristiano que corre en la carrera que tiene como mira la vida eterna. “Corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros,” instó el apóstol cristiano Pablo. Sin aguante no se podría llegar al fin de la carrera.—Mat. 24:13; Heb. 12:1.
Puede que al considerar la importancia del aguante surjan ciertas preguntas. ¿Puede una persona devota desplegar aguante sobre la base de su propia fortaleza? ¿Por qué deben los cristianos ayudarse unos a otros a manifestar aguante? ¿Cómo pueden proveer esta clase de ayuda?
ES NECESARIO ‘HABLAR CONFORTADORAMENTE’
Vivimos en “tiempos críticos, difíciles de manejar.” (2 Tim. 3:1) Actualmente hay muchos factores que le hacen muy difícil al cristiano desplegar la cualidad de aguante. El cristiano puede manifestar esa cualidad solamente si presta atención a la admonición bíblica de seguir “adquiriendo poder en el Señor y en la potencia de su fuerza.” Sobre todo, las personas piadosas deben luchar “contra las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales,” los demonios que están bajo el control de Satanás. (Efe. 6:10, 12) La influencia de éstos puede hacerse tan poderosa que el cristiano quizás pierda la confianza en el poder de Dios y se debilite en la fe. En tal caso se hace necesario dar ayuda espiritual de inmediato. Pero, ¿cómo puede darse la ayuda?
Considere la manera en que cierto anciano ministerial cristiano ofreció ayuda espiritual en una ocasión. Visitó a un hombre y su esposa que habían sido miembros muy activos de la congregación. Estos casi habían abandonado la carrera cristiana debido a enfermedades en la familia y gran presión en el lugar de empleo del hombre. Pero al fin de la visita el anciano se sintió muy satisfecho al escuchar estas palabras: “Me alegro mucho de que haya venido a hablarnos. Mi esposa y yo sentimos que se nos han renovado las fuerzas para continuar sirviendo a Jehová.” Se escuchó una expresión similar de parte de otra familia cristiana, una en la cual las presiones o problemas habían resultado en una crisis nerviosa y en un bajo nivel de espiritualidad. ¿Qué movió a estas familias a decir: ‘Sentimos que se nos han renovado las fuerzas para seguir sirviendo a Jehová’?
El anciano que hizo la visita había estimulado a sus compañeros de creencia a ver los asuntos de la manera en que los ve Jehová. Dios sabe que su pueblo está hecho de polvo y que, debido a las presiones, la enfermedad y cosas por el estilo, el cristiano puede sentirse desalentado. (Sal. 103:14) Así se sintieron algunos cristianos de Tesalónica. Por consiguiente, el apóstol Pablo aconsejó: “Hablen confortadoramente a las almas abatidas.”—1 Tes. 5:14.
‘Hablar confortadoramente’ significa hablar de modo calmante, animar, estimular, levantar el estado de ánimo de la otra persona por medio de comunicar un sentimiento de seguridad y alegría. Sí, el hablar confortadoramente significa fortalecer el corazón del que escucha y darle más extensa amplitud de horizontes. En el caso que mencionamos anteriormente acerca de las dos familias que se encontraban desanimadas, sucedió como si los brillantes rayos del Sol hubiesen despejado la neblina matinal que había oscurecido la visión espiritual de las familias. Se les reanimó el corazón con esperanza renovada. ¿Qué es esta esperanza?
LA ESPERANZA QUE “NO CONDUCE A LA DESILUSIÓN”
“Tener esperanza” significa desear algo con la expectativa de verlo realizado. Por lo tanto, la esperanza tiene poder sustentador, es una fuerza que impulsa porque uno mira adelante a su cumplimiento. Desde luego, fácilmente puede suceder que alguien quizás llegue a acariciar una esperanza falsa, una que carezca de fundamento real. Ilustremos este punto: Por milenios la humanidad ha tenido la esperanza de que llegue a existir un gobierno humano perfecto. Pero esta expectativa no se ha cumplido porque la humanidad es imperfecta, pecadora, egoísta y está sujeta a la muerte.—Rom. 5:12; 7:14.
Para que se pueda confiar en la realización de una esperanza, hay que acudir a Dios, la primera Causa de todas las cosas visibles e invisibles. (Rev. 4:11) De hecho, la verdadera esperanza se funda en el propósito infalible que Dios tiene para la humanidad, y, por lo tanto, esta “esperanza no conduce a la desilusión.” (Rom. 5:5) Por ejemplo, el profeta Isaías hizo notar que Dios creó la Tierra para que fuera habitada por seres humanos. (Isa. 45:18) Ese es el propósito de Dios, y se cumplirá. Dios abrirá el camino para que el paraíso sea restaurado a esta Tierra. (Luc. 23:43) Esta restauración se efectuará por medio del reino de Dios, un Reino que fue el tema de la predicación de Jesús y es el gobierno por el cual él enseñó a sus seguidores a orar.—Mat. 4:17; 6:10.
Lo que este reino de Dios efectuará está casi más allá de lo que los humanos podemos comprender. Restaurará la salud perfecta y la vida eterna. Sí, la muerte no existirá más y esto significa que hasta el pecado será eliminado, porque la muerte es el resultado del pecado. (Rom. 6:23; Rev. 21:4) También, dejarán de existir los efectos dañinos del pecado que han sumergido al hombre en aflicción física y mental. ¡Qué alivio! Esta esperanza no conduce a la desilusión, porque se basa en la promesa de Dios, y él no puede mentir. (Tito 1:1, 2) Entonces, ¿por qué llegan algunos cristianos a sentirse tan deprimidos que pierden la esperanza en cuanto al futuro?
HAY QUE MANTENER Y FORTALECER LA ESPERANZA
Puede que casi no se pueda percibir el comienzo de la pérdida de la esperanza. Puede ser que el cumplimiento de la esperanza se demore y esto enferme el corazón. (Pro. 13:12) O, tal vez las circunstancias en la vida de alguien hagan que esa persona se absorba en sus preocupaciones más bien que en su relación con Dios. Es posible que el individuo se desanime debido a enfermedades, maltrato o simplemente debido a pensamientos negativos. Tal vez se insinúe en él alguna envidia debido a la prosperidad material o espiritual de otras personas. Si estas cosas se van apoderando de él, puede que deje de arrojar su carga sobre Jehová. (Sal. 55:22) Dentro de poco el cristiano está pensando negativamente, de modo que la realidad de la esperanza del Reino se desvanece de su corazón y mente. Sí, el cristiano pudiera perder la esperanza y entonces cesar de aguantar en la carrera que tiene como mira alcanzar la vida.
La mismísima naturaleza de la esperanza la hace algo que con facilidad puede desvanecerse si no se mantiene constantemente ante los ojos de la mente. Por lo tanto, tenemos que luchar tenazmente para mantener vigorosa nuestra esperanza. Esto se debe a que esperamos algo que es invisible. (Compare con Romanos 8:24, 25.) Pero eso no quiere decir, necesariamente que la esperanza sea débil.
La esperanza tiene tal poder que se compara a un ancla que puede mantener tan seguro a un barco que la embarcación puede vencer una terrible tormenta. De hecho, a la esperanza se le llama el “ancla del alma.” (Heb. 6:19) Cuando Pablo escribió esas palabras, estaba considerando la promesa de Dios de bendecir a Abrahán. Esa promesa es el fundamento de la esperanza que tiene que ver con el reino de Dios, pues Jehová aseguró al fiel patriarca: “Por medio de tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra.” (Gén. 22:18) Jehová añadió a esa promesa su pacto jurado a fin de que “por medio de dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos nosotros, los que hemos huido al refugio, fuerte estímulo para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.” (Heb. 6:18) El mantener presente esa promesa que Dios dio bajo juramento fortalece la esperanza del cristiano y efectivamente la hace “ancla del alma.” Esa esperanza estabiliza, fortalece, da poder para aguantar.
Nuestra esperanza se fortalece día tras día cuando expresamos la fe que hay en nosotros Mientras más hablamos de ésta, más la atesoramos y más fuerte se hace. Para establecer una comparación: no hay duda de que las expresiones de la doncella sulamita en cuanto a su amado joven pastor fortalecieron el amor de ella hacia él. (Cant. de Cant. 5:10-16) De ese amor podía decirse: “Sus llamaradas son las llamaradas de un fuego, la llama de Jah. Las muchas aguas mismas no pueden extinguir el amor, ni pueden los ríos mismos arrollarlo.”—Cant. de Cant. 8:6, 7.
Sucede lo mismo con las expresiones que muestran estima de la esperanza cristiana. Por lo tanto, Pablo amonestó a sus hermanos hebreos a tener “firmemente asida la declaración pública de nuestra esperanza sin titubear.” (Heb. 10:23) Esta expresión pública de la esperanza, este hablar acerca de ella, fortalece nuestra esperanza y la hace muy real para nosotros. Esa vívida realidad mental forja las cadenas que hacen que la esperanza sea un ancla firme para el alma.
EL ENFOQUE POSITIVO
Para reavivar la esperanza se necesita ayuda positiva. Porque sabían del gran poder impulsor que tiene la esperanza con relación al aguante, los ancianos visitantes de quienes ya hemos hablado hicieron que las familias desanimadas apartaran de sí mismas la atención y hablaron acerca de la realidad del reino de Dios. La esperanza es algo de naturaleza espiritual. Por lo tanto, hay que llenar la mente y el corazón de las cosas espirituales de la Palabra de Dios; las promesas seguras de Dios y los dichos de Jesús. Hay que restablecer una vigorosa comunicación con Jehová Dios, y de seguro esto resulta en gozo. ¿No es esto lo que Pablo señala que es el resultado positivo de la oración? “No se inquieten por cosa alguna,” dijo el apóstol, “sino que en todo por oración y ruego junto con acción de gracias dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales por medio de Cristo Jesús.”—Fili. 4:6, 7.
Para aguantar bajo tribulación tenemos que ‘regocijarnos en la esperanza’ y ‘persistir en la oración.’ (Rom. 12:12) Y seremos felices, aun durante las pruebas, si nos damos cuenta de que Jehová Dios no está buscando faltas y ‘no se olvida de nuestra obra ni del amor que hemos mostrado para con su nombre.’—Heb. 6:10.
También son inspiradoras de esperanza las siguientes palabras del apóstol Pablo: “Deseamos que cada uno de ustedes muestre la misma diligencia a fin de tener la plena seguridad de la esperanza hasta el fin, para que no se hagan indolentes, sino que sean imitadores de los que por medio de fe y paciencia heredan las promesas.” (Heb. 6:11, 12) ¡Que esta fortalecedora garantía de que Dios está de nuestra parte nos ayude a hacer de la esperanza del Reino nuestro poder para aguantar!