44 JUAN EL BAUTISTA
“No hay nadie mayor”
JEHOVÁ llevaba siglos sin enviar profetas para corregir a su pueblo. Pero, de repente, alguien volvió a hablar de parte de Jehová. Su nombre era Juan. Vivía solo en el desierto de Judea, un lugar estéril y rocoso donde había serpientes, escorpiones, grandes depredadores y delincuentes. Juan no solo tuvo el valor de vivir allí, sino también de predicarle a la gente un mensaje duro y directo.
Zacarías y Elisabet, los padres de Juan, seguramente le contaron lo que un ángel de Jehová había dicho sobre él. Así que es muy probable que Juan entendiera que tendría que ser un profeta tan entregado como Elías, que sería nazareo como Samuel y que prepararía el camino para alguien mucho mayor que él. A sus 30 años, pudo haber sido sacerdote, como su padre. Pero, en vez de eso, empezó a predicar “el Reino de los cielos” y a decirle a la gente que se arrepintiera. Hablaba con tanta convicción que llegaban multitudes de personas de distintos pueblos y ciudades a escucharlo. Así fue como Juan llegó a ser “la voz” que “grita en el desierto”, tal como Isaías había predicho siglos antes. Y, siguiendo las instrucciones de Dios, se puso a bautizar en agua a las personas que se arrepentían de sus pecados. También condenó sin miedo la hipocresía de los saduceos y los fariseos, que eran líderes religiosos prominentes.
Juan no dejó que la misión que le había dado Jehová se le subiera a la cabeza. Más bien, reconoció con humildad que él solo preparaba el camino para alguien mucho mayor que él. Dijo que no merecía quitarle las sandalias a ese hombre tan importante. Cuando bautizó a Jesús, Juan escuchó la mismísima voz de Jehová diciendo: “Este es mi Hijo amado; él tiene mi aprobación”. Y, después de que Satanás tentó a Jesucristo, anunció a los cuatro vientos: “¡Miren, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!”.
Juan también demostró su humildad animando a sus discípulos a seguir a Jesús. Y muchos lo hicieron, como Andrés, el hermano de Pedro, y al parecer también Juan, el hijo de Zebedeo. De hecho, los dos llegaron a ser apóstoles de Cristo. Por un tiempo, el ministerio de Juan y el de Jesús avanzaron en paralelo. Ambos enseñaban que la gente debía bautizarse para mostrar su arrepentimiento. Cuando Juan se enteró de que los discípulos de Jesús bautizaban a más personas que él, no se puso celoso y reconoció con humildad: “Él tiene que seguir aumentando, pero yo tengo que seguir disminuyendo”.
El mensaje de Juan ofendió a gente corrupta e influyente, pero alegró a los que esperaban al Mesías
Juan corrigió con valor y franqueza a personas con mucha autoridad. Por ejemplo, denunció la conducta inmoral de Herodes Antipas. Este gobernante —que presumía de ser un fiel prosélito judío— se había casado con Herodías, la esposa de su medio hermano. Pero, como Juan le dijo que eso iba en contra de la Ley de Dios, Herodes decidió encarcelarlo. Aun así, eso no era suficiente para Herodías; ella no iba a parar hasta verlo muerto.
En la prisión, Juan necesitaba ánimo. Así que envió a dos de sus discípulos a preguntarle a Jesús: “¿Eres tú el que tiene que venir, o tenemos que esperar a otro?”. Qué alegría debió sentir cuando Jesús le mandó la siguiente respuesta: “Ahora los ciegos ven, [...] los sordos oyen, los muertos son resucitados”. Hay que recordar que Juan era un profeta como Elías; pero, a diferencia de él, Juan no podía hacer milagros. Esa noticia le confirmó que había tenido el honor de prepararle el camino a Jesús. Enterarse de que Jesús estaba realizando esos milagros tan asombrosos debió ser como un rayo de luz en medio de esa oscura celda.
Sin embargo, al poco tiempo, Herodías se salió con la suya y logró vengarse de él. Un día, su hija bailó para Herodes, y él quedó tan encantado que le dijo a la joven que le daría lo que quisiera. Herodías convenció a su hija para que pidiera la cabeza de Juan el Bautista. Aunque esto puso muy triste a Herodes, este cobarde rey no tuvo el valor de decir que no y lo mandó asesinar. El que sí demostró valor fue Juan; fue valiente hasta el final.
Jesús afirmó: “Les digo que entre los seres humanos no hay nadie mayor que Juan”. Ningún otro ser humano —ni siquiera profetas de la talla de Moisés o Elías— tuvo el honor de ser “la voz [...] en el desierto” que preparó el camino para el Mesías. ¿Verdad que al pensar en el ejemplo de Juan le dan más ganas de ser valiente?
Lea el relato bíblico
¿Qué diría?
¿De qué maneras demostró valor Juan el Bautista?
Investigue un poco más
1. ¿Cuál era el parentesco entre Juan el Bautista y Jesús? (w10 1/9 15 párrs. 4-6).
2. ¿Cómo demuestra lo que escribió Flavio Josefo que Juan el Bautista de verdad existió? (mrt artículo 14). A
Imagen A: Moneda que Herodes Antipas puso en circulación en el año 30. En ella se puede leer: “Herodes el tetrarca [o gobernante de distrito]”.
3. ¿En qué sentido tuvo Juan “el espíritu y poder de Elías”? (Luc. 1:17; it “Espíritu” párr. 60). B
Imagen B
4. ¿Cómo sabemos que Juan no resucitará en el cielo, sino en la Tierra? (Mat. 11:11; ijwbq artículo 178 párr. 4).
Piense en las lecciones
Aunque Juan cumplió varias profecías y preparó el camino para el Mesías, siempre fue modesto (Juan 1:26, 27). ¿Qué nos enseña su ejemplo?
Juan llevaba una vida sencilla y estaba completamente centrado en hacer la voluntad de Dios (Mat. 3:4). ¿Qué puede ayudarnos a ser como él? C
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¿De qué maneras puede usted copiar el ejemplo de valor de Juan el Bautista?
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¿Qué me enseña este relato sobre Jehová?
¿Cómo se relaciona este relato con el propósito de Jehová y el tema principal de la Biblia?
¿Qué me gustaría preguntarle a Juan el Bautista cuando resucite?
Para saber más
Descubra por qué Juan pudo ser feliz y paciente a pesar de los problemas.
“Juan el Bautista nos enseña a seguir siendo felices” (w19.08 29-31)
¿Cómo puede ayudarnos el ejemplo de Juan cuando sufrimos persecución, problemas económicos o decepciones?