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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová (estudio) 2019
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová (estudio) 2019
w19 marzo artículo 102
Los miembros de una congregación inclinan la cabeza para orar

Jehová valora que digamos “amén”

JEHOVÁ considera valiosa la adoración de sus siervos. Él les presta atención, los escucha y se da cuenta de todo lo que hacen para alabarlo, aunque parezca insignificante (Mal. 3:16). Por ejemplo, ¿cuántas veces hemos dicho la palabra amén? Es muy probable que en incontables ocasiones. ¿Valora Jehová esa sencilla expresión? Desde luego que sí. Para entender por qué, veamos lo que significa y cómo se usa en la Biblia.

“TODO EL PUEBLO TIENE QUE DECIR: ‘¡AMÉN!’”

La palabra española amén quiere decir “así sea” o “ciertamente”. Viene de un término hebreo que significa “ser fiel”, “ser digno de confianza”. En ocasiones, se usaba en contextos legales. Por ejemplo, las personas decían “amén” después de hacer un juramento para asegurar que lo que habían dicho era cierto y que se hacían responsables de las consecuencias de sus palabras (Núm. 5:22). Si el juramento incluía una promesa, decir “amén” en público hacía que tuvieran más razones para cumplirlo (Neh. 5:13).

En el capítulo 27 del libro de Deuteronomio, encontramos un ejemplo sobresaliente del uso de la palabra amén. Después de entrar en la Tierra Prometida, los israelitas se reunieron entre el monte Ebal y el monte Guerizim para escuchar la lectura de la Ley y para declarar que se comprometían a cumplirla. Hicieron esto último exclamando “amén” cada vez que escuchaban cuáles eran las consecuencias de desobedecerla (Deut. 27:15-26). ¿Podemos imaginarnos el estruendo de miles de hombres, mujeres y niños respondiendo en voz alta? (Jos. 8:30-35). Seguro que nunca olvidaron la promesa que hicieron aquel día. Y sabemos que la cumplieron, pues la Biblia dice: “Israel continuó sirviendo a Jehová todos los días de Josué y todos los días de los ancianos que extendieron sus días después de Josué y que habían conocido toda la obra de Jehová que él había hecho por Israel” (Jos. 24:31).

Jesús también usó la palabra que se traduce “amén” para confirmar que algo que se decía era cierto, pero lo hizo de una manera singular. En vez de emplearla como respuesta después de que alguien hiciera una afirmación, la usaba antes de decir algo para enfatizar que lo que decía era cierto. En este caso, esta palabra suele traducirse como “en verdad”. A veces, Jesús la decía dos veces seguidas, “amén amén” (Mat. 16:28; Juan 1:51). De esta manera, aseguraba que sus palabras eran una verdad absoluta. Podía hacer afirmaciones tan categóricas porque él es el único autorizado para hacer que se cumplan todas las promesas de Dios (2 Cor. 1:20; Rev. 3:14).

“EL PUEBLO PROCEDIÓ A DECIR: ‘¡AMÉN!’, Y UNA ALABANZA A JEHOVÁ”

Los israelitas también decían “amén” cuando se ofrecían alabanzas y oraciones a Jehová (Neh. 8:6; Sal. 41:13). Al pronunciar esta palabra al final de una oración, quienes estaban escuchando demostraban que la hacían suya. El hecho de que todos pudieran participar de esta forma en la oración realzaba las ocasiones espirituales. Eso fue lo que sucedió cuando el rey David llevó a Jerusalén el Arca de Jehová. Durante la celebración posterior, se cantó una canción que él mismo había compuesto y que constituía una oración ferviente a Dios (1 Crón. 16:8-36). Aquellas palabras fueron tan conmovedoras que “todo el pueblo procedió a decir: ‘¡Amén!’, y una alabanza a Jehová”. Sin duda, su respuesta unánime hizo que se sintieran aún más felices.

De manera parecida, los cristianos del siglo primero decían “amén” en sus alabanzas a Jehová. Además, algunos escritores bíblicos a menudo incluían esta palabra en sus cartas (Rom. 1:25; 16:27; 1 Ped. 4:11). En el libro de Revelación, incluso aparecen unos seres espirituales dando gloria a Jehová en el cielo con estas palabras: “¡Amén! ¡Alaben a Jah!” (Rev. 19:1, 4). Los primeros cristianos solían decir “amén” al final de las oraciones que se hacían en las reuniones (1 Cor. 14:16). Pero era una expresión que no debían repetir de manera mecánica.

POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE DECIR “AMÉN”

Después de lo que hemos visto, comprendemos mejor por qué es tan valioso decir “amén”. Cuando usamos esta palabra al terminar las oraciones que nosotros hacemos, indicamos que somos sinceros. Y si después de escuchar una oración pública nos sentimos impulsados a decir “amén”, sea en voz alta o en silencio, mostramos que estamos de acuerdo con los sentimientos expresados. Veamos ahora otros motivos por los que es importante decir “amén”.

Porque así demostramos que estamos atentos y activos en nuestra adoración. Adoramos a Jehová no solo por nuestra respuesta a lo que se dice en la oración, sino por nuestro comportamiento durante esta. El deseo de ser sinceros al decir “amén” puede ayudarnos a mantener una actitud correcta y a prestar atención.

Porque así demostramos que estamos unidos a nuestros hermanos. Durante las oraciones públicas, todos los miembros de la congregación nos concentramos en escuchar juntos el mismo mensaje (Hech. 1:14; 12:5). Cuando nos sentimos impulsados a responder al unísono, nuestra unidad se fortalece. Sea que digamos “amén” en voz alta o en nuestro interior, le damos a Jehová mayores motivos para concedernos lo que le pedimos entre todos.

Una hermana inclina la cabeza para orar mientras escucha la reunión por teléfono

Cuando decimos “amén”, alabamos a Jehová.

Porque así alabamos a Jehová. Él se da cuenta de todo lo que hacemos para adorarlo, aunque nos parezca insignificante (Luc. 21:2, 3). Dios ve nuestros motivos y puede leernos el corazón. Incluso si tenemos que escuchar la reunión por teléfono, podemos estar seguros de que él nos presta atención cuando decimos “amén”. Nuestra respuesta forma parte de la alabanza que la congregación le está ofreciendo.

Como hemos visto, decir “amén” pudiera parecer algo de poca importancia, pero no lo es. La enciclopedia bíblica Perspicacia explica que esta palabra sirve para expresar “la confianza, firme aprobación y ferviente esperanza que se tiene en el corazón”. Entonces, cada vez que digamos “amén”, agradaremos a Jehová (Sal. 19:14).

¿DEBERÍAMOS DECIR “AMÉN” SIEMPRE?

Decir “amén” no es algo que debamos tomar a la ligera. Ahora bien, ¿qué ocurre si alguien dice algo equivocado en una oración? ¿Debemos evitar decir “amén”? No necesariamente. A fin de cuentas, Jehová sabe que todos cometemos errores al hablar y los pasa por alto. Por eso, no seamos demasiado críticos con las palabras que dijo la persona. Si en vez de eso nos centramos en las ideas que quiso transmitir, quizás nos parezca que podemos decir “amén” al final de la oración.

Por otro lado, no diremos “amén” —ni en voz alta ni en nuestro interior— cuando alguien que no es Testigo haga una oración delante de nosotros. Por ejemplo, puede que asistamos a un acto no religioso y se le pida a alguien que haga una oración. O tal vez en nuestra familia no todos sean Testigos y el cabeza, que no cree en Jehová, decida orar en nombre de todos. ¿Cómo actuaremos en casos como estos?

Podemos quedarnos callados y mantener una actitud respetuosa. Decir “amén” o tomar de las manos a los demás durante la oración sería una forma de unirnos a ella, así que no lo haremos. Podríamos optar por hacer nuestra propia oración en silencio, pero no diríamos “amén” en voz alta para no dar la impresión de que estamos participando en la oración de los demás. Si el grupo se pone de pie, podemos decidir si también lo haremos o no. Levantarnos o inclinar la cabeza no son en sí mismos actos de adoración. Cada cristiano debe determinar cómo proceder según las circunstancias, y nadie debería criticarlo por lo que decida.

Estos ejemplos nos ayudan a comprender mejor que a Jehová le importa que digamos “amén” o no.

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