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  • El matrimonio. Por qué muchos renuncian a él
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¡Despertad! 1993
g93 8/7 págs. 5-7

El matrimonio. Por qué muchos renuncian a él

CENTRÁNDOSE en los divorcios de Hong Kong, donde coexisten la cultura oriental y la occidental, Asia Magazine dijo: “La falta de comunicación, la infidelidad, los problemas sexuales y la incompatibilidad son los factores que suelen provocar conflictos maritales tanto en las parejas chinas como en las occidentales”. Y la historia se repite en todas partes del mundo.

Hombres y mujeres con la mentalidad de que lo primero es la carrera se apresuran a sacrificar a la familia en favor del trabajo. Cierran por completo las vías de comunicación familiar. El marido, cansado tras un día de trabajo, se enfrasca en la lectura del periódico. Junichi y su esposa dirigían tres restaurantes y trabajaban de ocho de la mañana a diez de la noche en diferentes lugares. “Prácticamente no existía comunicación entre nosotros como esposo y esposa”, admite Junichi. Esta falta de comunicación desencadenó graves problemas maritales.

Otro factor que conduce a la ruptura de los vínculos matrimoniales es el modo de ver las relaciones sexuales extramaritales. Hoy día son tan comunes, que el 20% de los hombres y el 8% de las mujeres que respondieron a una encuesta realizada en Japón admitieron haber tenido contactos sexuales fuera de su relación monógama durante el año anterior. No es insólito el caso de la profesional japonesa casada que salía con otros hombres. Andaba con uno y con otro, pensando: “Si mi marido lo descubre, no tengo más que divorciarme de él”. La sociedad moderna hace la vista gorda a estas aventuras amorosas.

Además, la sociedad también promueve la actitud de yo primero, que hace que esposo y esposa se vuelvan egocéntricos, lo que resulta en incompatibilidad y en divorcio. “Desde que nos casamos, pudimos habernos separado en cualquier momento —dice Kiyoko—. Después de la boda, mi marido me dijo que fuera como un robot y que hiciera todo lo que me mandara. Cuando le iba bien, no costaba mucho agradarle, pero cuando había dificultades, no admitía sus errores y echaba la culpa de todo a los demás. A mí también me la echaba porque solía rebelarme contra su autoridad. Me resultaba muy difícil obedecerlo cuando era injusto.”

Otros motivos de divorcio son la violencia y la borrachera, los problemas económicos, las dificultades con los parientes políticos y el abuso mental.

¿Qué hay detrás de todo ello?

Por variadas que sean las razones para el divorcio, hay algo más detrás del rápido aumento de los divorcios en todo el mundo. Aunque Oriente culpa de sus males a la influencia de la sociedad occidental, lo cierto es que la aceptación del divorcio en Occidente es un fenómeno reciente. De hecho, el número de divorcios se ha triplicado en Estados Unidos y se ha cuadruplicado en Gran Bretaña tan solo en las últimas décadas. Andrew J. Cherlin, miembro de una organización denominada The Urban Institute, que se dedica a investigar problemas sociales y económicos en Estados Unidos, admite que las causas de dicho aumento no se entienden bien, pero dice que algunos de los factores que contribuyen a esta tendencia son “la creciente independencia económica de las mujeres” y “los cambios en la actitud de la sociedad en general”.

Para las mujeres de Estados Unidos, igual que para las de otros países industrializados, estar casadas y trabajar fuera del hogar ya no es algo raro. Sin embargo, la participación del marido en las tareas domésticas ha avanzado muy lentamente. No es de extrañar que algunas mujeres se quejen diciendo: “Lo que más necesita toda mujer que trabaja es alguien que atienda las faenas que corresponden a la esposa”.

Mientras las mujeres se matan lavando, limpiando, cocinando y cuidando de los niños, en Estados Unidos “muchos hombres disfrutan de pasar tiempo holgazaneando”, dice el libro The Changing American Family and Public Policy (La cambiante familia estadounidense y el criterio público). Los antropólogos dicen que esta situación se da en todo el mundo. En Japón es bastante común que los hombres celebren reuniones sociales después del trabajo. Dicen que estas son imprescindibles para suavizar las relaciones humanas en el lugar de empleo, pero se olvidan de suavizar las relaciones humanas en casa. Como los hombres son los que mantienen a la familia, según su lógica, las mujeres y los niños no deberían quejarse. Sin embargo, en vista de que cada vez trabajan más mujeres, tal razonamiento ha demostrado ser una simple excusa.

Otro factor importante que contribuye al fracaso matrimonial lo constituyen “los cambios en la actitud de la sociedad en general”, o, según lo expresa la publicación Journal of Marriage and the Family, “una decadencia del ideal de permanencia marital”. Para los recién casados de la década de los noventa, el tradicional voto matrimonial de “hasta que la muerte nos separe” ya no tiene ese único sentido. Siguen buscando un cónyuge mejor. Pues bien, si así es como las parejas recién casadas ven su matrimonio, ¿qué estabilidad tendrá este?

Dichos cambios sociales no sorprenden a los estudiantes de la Biblia. Este libro inspirado revela que desde 1914 vivimos en “los últimos días”, unos “tiempos críticos, difíciles de manejar”. Los seres humanos son ‘amadores de sí mismos, desagradecidos, desleales, no tienen cariño natural y no están dispuestos a ningún acuerdo’. (2 Timoteo 3:1-3.) Es obvio, entonces, que para las personas que se aman a sí mismas más que a sus respectivos cónyuges, que son desleales y que no son capaces de llegar a ningún acuerdo en su matrimonio, el divorcio se convierte en la única salida para sus problemas maritales.

¿Una puerta a una vida más feliz?

En la mayoría de los casos, el divorcio no ha resultado ser una puerta a la felicidad.a “El divorcio es ilusorio —dice la investigadora de la salud mental Judith Wallerstein tras llevar a cabo un estudio de quince años con 60 parejas divorciadas—. Legalmente es un solo suceso, pero psicológicamente es una cadena, a veces interminable, de sucesos, mudanzas y cambios radicales en algunas relaciones durante un período de tiempo.” Sus estudios han comprobado que la vida de una cuarta parte de las mujeres y de una quinta parte de los hombres todavía no ha vuelto a la normalidad diez años después del divorcio.

Los más vulnerables ante un divorcio son los hijos. En el mismo estudio citado antes, Wallerstein descubrió que en casi todos los casos el divorcio produjo en los hijos unos “efectos muy fuertes y totalmente inesperados”. Algunos hijos que dicen no experimentar ningún sentimiento negativo ante el divorcio de sus padres quizás descubran que tiempo después, cuando buscan a alguien con quien casarse, dichas emociones emergen espontáneamente.

Con esto no queremos decir que ninguna víctima del divorcio encontrará jamás la felicidad, pues algunas sí lo consiguen. En su caso se observa una personalidad moldeada que por lo general surge de las cenizas de la antigua. Por ejemplo, una vez superados la conmoción del divorcio, los sufrimientos que conlleva y las dudas respecto a su valía como persona, el cónyuge inocente puede salir de la penosa experiencia convertido en una persona nueva, más fuerte, más enérgica.

Cierta esposa cuyo marido la dejó por otra mujer explica que cuando el dolor y la ira empiezan a aplacarse, la víctima “descubre que en su interior es diferente. Sus sentimientos han cambiado. Nunca volverá a ser la persona que era antes”. Ella aconseja lo siguiente: “Tómese tiempo para llegar a conocerse de nuevo. En el matrimonio, los cónyuges suelen reprimir sus gustos y deseos por condescender con la otra persona. Por eso, tras el divorcio usted debería dedicar tiempo a descubrir cuáles son sus verdaderos gustos y aversiones. Si entierra entonces sus sentimientos, los enterrará vivos. Algún día resurgirán, y tendrá que hacerles frente. De modo que lo mejor sería encararse a ellos de inmediato y tratar de asimilarlos”.

Debido a que cada vez hay más conciencia de los problemas que plantea el divorcio, este se está convirtiendo en una opción menos atractiva. La revista Time publicó que una creciente minoría de consejeros están animando a las parejas con problemas a que “permanezcan juntos”. David Elkind, de la Universidad Tufts, escribió: “Pasar por un divorcio se parece un poco a romperse una pierna esquiando. Solo porque muchas otras personas se hayan roto una pierna en esa estación de esquí, no quiere decir que a usted le dolerá menos romperse la suya”.

El divorcio no es una salida fácil para las dificultades maritales. ¿Qué mejor manera hay, entonces, de resolver las diferencias dentro del matrimonio?

[Nota a pie de página]

a Un divorcio o una separación legales pueden proporcionar cierta protección en casos de abuso físico extremo o de que no se proporcione el sustento deliberadamente.

[Fotografía en la página 7]

En los matrimonios de hoy día, los cónyuges suelen tener problemas de comunicación

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