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¡Despertad! 1994
g94 22/1 págs. 13-17

Las zonas húmedas del mundo: tesoros ecológicos expoliados

LOS indios lo llamaban “el Padre de las Aguas”. Los geógrafos le dieron el nombre de Misisipí. Prescindiendo de cómo se le llame, el río se vengó de los que lo habían privado de sus humedales, encerrándolo en un laberinto de diques y presas. Semanas de intensas lluvias hicieron crecer el río, que desbordó los aproximadamente 75 millones de sacos terreros que se habían apilado a su alrededor y reventó 800 de los 1.400 diques con los que se había procurado en vano contenerlo. El torrencial aluvión barrió las casas, las carreteras, los puentes y las vías férreas que encontró a su paso y anegó muchas ciudades. El periódico The New York Times del 10 de agosto de 1993 informó: “Es probablemente la peor inundación en la historia de Estados Unidos”.

El Times enumeró parte de los daños: “El resultado de los dos meses que duró la gran inundación del Medio Oeste de 1993 fue sobrecogedor. Causó 50 muertos y dejó sin hogar a casi 70.000 personas, inundó una zona equivalente a dos veces el estado de Nueva Jersey, provocó pérdidas a la propiedad y a la agricultura por valor de 12.000 millones de dólares y resucitó el debate sobre los métodos utilizados para controlar las inundaciones en el país y las políticas al respecto”.

Si se hubieran dejado intactas las zonas húmedas ribereñas del Misisipí, que constituyen un sistema natural de control de inundaciones, se habrían ahorrado 50 muertes y 12.000 millones de dólares. ¿Cuándo aprenderá el hombre que cooperar con la naturaleza es mejor que intentar dominarla? Las zonas húmedas contiguas a los ríos actúan como llanuras de inundación que se llevan y acumulan el exceso de agua de los ríos cuando estos se desbordan por causa de las lluvias prolongadas.

No obstante, su función reguladora de las inundaciones es solo uno de los muchos y maravillosos servicios que los más de 8.500.000 kilómetros cuadrados de zonas húmedas de la Tierra prestan a la humanidad; pero ahora estas zonas sufren un grave acoso en todo el mundo.

Las zonas húmedas: criaderos de vida

Desde las inmensas marismas en la costa hasta los pequeños pantanos y ciénagas de agua dulce tierra adentro, pasando por las praderas pantanosas de Estados Unidos y Canadá, el elemento básico de las zonas húmedas es el agua. En estas el agua cubre la tierra, ya sea de forma permanente o solo durante las crecidas. Otra clase de humedal es el costero, creado por las mareas. Como la gran mayoría de las zonas húmedas se caracterizan por la proliferación de vegetación —hierbas, juncos, espadañas, árboles y arbustos—, constituyen el hábitat de una gran diversidad de plantas, peces, aves y animales por todo el planeta.

Varias aves marinas y acuáticas establecen sus hogares en los humedales. Más de cien especies dependen de estos pequeños oasis durante sus migraciones primaverales. Muchas zonas húmedas sirven de criaderos para una inmensa población de gansos y patos, como los ánades reales, las cercetas y los porrones. Estas zonas también alimentan y cobijan al caimán, el castor, la rata almizclada, el visón americano y el alce. Entre otros animales que pueden verse en estos enclaves están los osos, los ciervos y los mapaches. Además, la mayoría de los peces que sostienen la industria piscícola norteamericana, que mueve más de tres mil millones de dólares, desovan y crían a los alevines en estos lugares. Se calcula que el ciclo de vida de más de doscientas especies de peces y de una gran variedad de crustáceos depende en parte o del todo de las zonas húmedas.

Además de ser viveros excepcionales para la flora y la fauna, estas zonas poseen numerosas virtudes ecológicas. Actúan como filtros naturales para extraer los desechos y agentes contaminantes de los ríos y arroyos y purifican las aguas subterráneas. Almacenan agua durante las estaciones lluviosas y las inundaciones para luego liberarla lentamente en los arroyos, ríos y acuíferos. Las zonas húmedas creadas por las mareas protegen el litoral de la erosión provocada por las olas.

Debido a la naturaleza misma de su abundante vida vegetal, las zonas húmedas realizan importantes funciones básicas. Por ejemplo, todas las plantas verdes absorben dióxido de carbono del aire y expelen oxígeno como parte del proceso de la fotosíntesis, que es necesario para el mantenimiento de la vida. Pues bien, las plantas de los humedales son especialmente eficaces al realizar esta función.

Por siglos muchos países han reconocido el valor inestimable de los humedales en relación con la producción de alimento. China y la India, por ejemplo, son los principales productores de arroz del mundo, seguidas de cerca por los demás países asiáticos. Este cereal se produce en zonas húmedas llamadas arrozales y es uno de los cultivos alimenticios más importantes del mundo. Cerca de la mitad de la población mundial depende del arroz como la principal fuente de alimento. Con el tiempo, Estados Unidos y Canadá comenzaron a darse cuenta de la importancia que tenían las zonas húmedas y los terrenos pantanosos para la producción de arroz y arándanos.

También la fauna comparte el festín que proporcionan los humedales. No solo las aves se alimentan de la abundancia de semillas e insectos; también lo hacen los peces y crustáceos que desovan y crecen en estos enclaves hasta alcanzar la madurez. Patos, gansos y otras aves acuáticas se alimentan a su vez de los peces y crustáceos que habitan en gran cantidad en estos verdaderos oasis de vida. La ecología equilibra un poco la balanza, permitiendo que esta gran variedad de aves sirva de alimento para los depredadores que vagan por las zonas húmedas en busca de comida. Siempre hay algo para todos. Son verdaderos criaderos de vida.

La carrera para acabar con las zonas húmedas

El hombre que después llegó a ser el primer presidente de Estados Unidos abrió las puertas a la destrucción en masa de las zonas húmedas, al fundar en 1763 una compañía con el propósito de desecar 16.000 hectáreas del pantano Dismal, una zona de marismas salvajes que constituían un paraíso fáunico situado en la frontera entre los estados de Virginia y Carolina del Norte. Desde entonces se ha considerado a las zonas húmedas como una molestia, un estorbo al desarrollo, una fuente de infecciones y enfermedades, un ambiente hostil que se ha de conquistar y destruir a cualquier precio. Se animó a los granjeros a drenarlas y utilizarlas como tierra de cultivo, a cambio de lo cual recibían ayuda económica. Se construyeron autopistas donde antes había zonas húmedas llenas de exóticas formas de vida. Muchas de ellas se convirtieron en ciudades o en centros comerciales, o se utilizaron como vertederos, para lo cual se aprovechaba el lecho seco del humedal.

Durante las últimas décadas del siglo, se han estado destruyendo las zonas húmedas de Estados Unidos a una velocidad de 200.000 hectáreas al año. En la actualidad solo quedan 40 millones de hectáreas intactas. Sirvan de ejemplo las praderas pantanosas de América del Norte. En una franja de tierra de 800.000 kilómetros cuadrados en forma de media luna que se extiende desde Alberta (Canadá) hasta Iowa (Estados Unidos), miles de zonas húmedas de las praderas servían de lugar de cría para muchos millones de patos. Se dice que volando todos juntos hubieran oscurecido el cielo como si de grandes nubes se tratara. Hoy día la cantidad de patos ha descendido de forma alarmante.

Sin embargo, el problema a largo plazo es el siguiente: cuando se destruyen las zonas húmedas, desaparecen los lugares donde los patos se alimentan. Sin alimento apropiado, los patos ponen menos huevos y la proporción de huevos fecundos resulta notablemente inferior. A medida que desaparece su hábitat, estos animales se van concentrando en los pocos reductos que les quedan, lo que les convierte en presa fácil de zorros, coyotes, mofetas, mapaches y otros predadores.

En Estados Unidos han desaparecido el 50% de las zonas húmedas de las praderas pantanosas. Le sigue muy de cerca Canadá, que ha eliminado más del 40% y donde los ataques destructivos van en aumento. Algunas partes de Dakota del Norte (Estados Unidos) están secas al 90%, informa la revista Sports Illustrated. Muchos granjeros, que desconocen su valor ecológico, ven las zonas húmedas como una molestia que estorba su maquinaria agrícola.

Sin embargo, cada vez es mayor el clamor en favor de la conservación de estos hábitats que lanzan personas preocupadas por la destrucción de las zonas húmedas y organizaciones para la protección de la fauna salvaje. “Los humedales de las praderas son absolutamente necesarios”, dijo preocupado un funcionario del gobierno. Un representante de la organización conservacionista Ducks Unlimited declaró que “si queremos abrigar alguna esperanza futura para los patos, debemos conservar las zonas húmedas”. La revista U.S.News & World Report añadió su opinión: “La disminución en la cantidad [de patos] es un reflejo de los ataques a los que se ve sometido el medioambiente desde varios frentes: la lluvia ácida, los pesticidas y, sobre todo, la destrucción de millones de hectáreas de zonas húmedas de incalculable valor”.

“Se ha acabado con el 90% de las marismas de la costa californiana —informó la revista California—, y cada año desaparecen 7.000 hectáreas más. Un cérvido típico de la región (el cervus nannodes) sobrevive disperso en unos pocos lugares. Desciende la cantidad de patos y gansos que acuden a sus lugares de invernada cada vez más mermados. Muchas especies de las zonas húmedas están al borde de la extinción.” La vida que depende de la conservación de los humedales pide auxilio a gritos.

La escasez de agua

Al destruir las zonas húmedas, el hombre se ha topado con un problema terrible. Ha perjudicado el recurso más precioso y necesario: el agua, esencial para todo ser vivo. Muchos científicos han predicho que llegará el tiempo en que el agua pura será el recurso más escaso de la Tierra. “O nos las arreglamos para limitar la cantidad de agua que se desperdicia, o para el año 2000 nos estaremos muriendo de sed”, declaró en 1977 la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre el agua.

La respuesta inteligente a tales advertencias amenazadoras de la posible escasez de este valioso recurso sería ejercer un control respetuoso de los recursos acuíferos de la Tierra. Sin embargo, en la lucha del hombre por acabar con las zonas húmedas se ha puesto en peligro este recurso tan necesario. Los humedales son útiles para la purificación de las aguas de superficie, los ríos y los arroyos. A algunos acuíferos ya no les llega agua pura, sino que son contaminados con desechos y productos químicos, todo lo cual resulta en perjuicio para el hombre. Se ha drenado el agua que en un tiempo había en multitud de zonas húmedas, lo que ha agravado la escasez.

¿Escucharán las personas responsables los desesperados gritos de auxilio de la vida que depende de las zonas húmedas? ¿Se tomará alguna medida para salvar esa vida antes de que sea demasiado tarde? ¿O se seguirán prestando oídos sordos a estas llamadas y solo se escucharán las quejas de los avarientos?

Una expoliación mundial

Al comienzo de la campaña mundial para la protección de las zonas húmedas promovida por las Naciones Unidas, se habló de las amenazas a las que estaba sometido el ecosistema brasileño del Pantanal, una de las mayores zonas húmedas del mundo. La revista BioScience declaró: “El Pantanal, con su extraordinaria variedad y abundancia de fauna salvaje, es una región amenazada. La deforestación, la agricultura, la caza y la pesca furtivas y la contaminación del agua con herbicidas, pesticidas y residuos de la producción de alcohol para combustible han causado un deterioro progresivo del ambiente natural, poniendo en peligro uno de los ecosistemas más importantes de Brasil”.

El periódico The New York Times señaló la amenaza que se cierne sobre las zonas húmedas de la costa mediterránea: “La pérdida de humedales se ha acelerado en las últimas tres décadas al convertirse las costas mediterráneas en un objeto de codicia cada vez más apetecible y cubrirse de hormigón franjas de costa cada vez mayores en aras del culto al Sol, la comodidad y los beneficios. Los estudios de las Naciones Unidas indican que las mayores pérdidas se han producido en Italia, Egipto, Turquía y Grecia”.

Las 50.000 hectáreas de humedales del hermoso Parque Nacional de Doñana (España) se convierten en primavera en un verdadero aeropuerto animal, cuando las centenares de miles de aves que se dirigen de África a Europa se detienen en sus marismas y bosques para nidificar y procrear. Pero la gran cantidad de hoteles, campos de golf y granjas que rodean el parque están extrayendo poco a poco tanta agua, que la supervivencia del parque se ve amenazada. En los últimos quince años ha sido tanta el agua extraída que el nivel ha descendido de dos a nueve metros y varias lagunas se han secado. “Cualquier desarrollo adicional en esta zona —dice el director de investigaciones del parque— significaría la sentencia de muerte para Doñana.”

La situación en el mundo, 1992, informa: “Los manglares, uno de los tipos de humedales más valiosos y amenazados, han sufrido fuertes pérdidas en Asia, América Latina y el oeste de África. En Ecuador, por ejemplo, aproximadamente la mitad de estos bosques pantanosos que cumplen una función protectora han sido despoblados, en su mayoría para suplirlos por estanques para la cría de langostinos, y existen planes para la conversión de una proporción similar de las zonas remanentes. India, Pakistán y Tailandia han perdido al menos tres cuartas partes del total de sus manglares. Indonesia parece decidida a sumarse a ellas: en Kalimantan, su mayor provincia, el 95% de los manglares serán talados para la producción de pulpa de madera”.

En el periódico tailandés Bangkok Post del 25 de agosto de 1992 se puso de manifiesto el valor de los manglares: “Los bosques de manglares están formados por diversas especies de árboles que medran en las áreas de marea alta a lo largo de las costas cubiertas de vegetación tropical. Los árboles han conseguido [medrar] en un ambiente hostil de agua salobre y mareas variables. Sus raíces aéreas, especialmente adaptables, y las raíces centrales, dotadas de sistemas para filtrar la sal, han formado ecosistemas ricos y complejos. Además de proteger de la erosión extensas áreas costeras, son esenciales para la industria pesquera de agua dulce, la industria maderera y la fauna.

”En los manglares abunda la vida. Se pueden hallar aves marinas, macacos cangrejeros y gatos pescadores, y puede verse a los peces saltarines del fango arrastrarse por el barro del pantano para llegar a los charcos de agua que se forman durante la marea baja.”

¿Qué les espera?

La crisis es mundial. La revista International Wildlife dice: “Las ciénagas, los pantanos, los manglares, las marismas, las praderas pantanosas y las lagunas, que llegaron a cubrir el 6% de la tierra firme del planeta, se hallan ahora en graves dificultades. Son tantas las zonas húmedas que o bien se han secado para facilitar la explotación agrícola, o han sido destruidas por la contaminación o han desaparecido para construir edificios, que prácticamente la mitad de la superficie de los humedales de la Tierra ha dejado de existir”.

¿Hará la gente las paces con la Tierra? Hasta ahora las expectativas no parecen muy halagüeñas. Sin embargo, hay quienes luchan valientemente y aseguran que tendrán éxito. Jehová, el Creador de la Tierra, dice que no podrán conseguirlo. Pero él promete intervenir y detener las agresiones contra su maravillosa creación terrestre. Va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra”, y en su lugar dejará sobre ella a los que la cuiden. A estas personas apreciativas les ofrecerá la Tierra como regalo: “Ustedes son los bendecidos por Jehová, el Hacedor del cielo y de la tierra. En cuanto a los cielos, a Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres”. (Revelación 11:18; Génesis 2:15; Salmo 115:15, 16.)

[Fotografía en la página 15]

Zonas húmedas de Suiza

[Fotografías en las páginas 16, 17]

Página 16 y arriba: zonas húmedas de Estados Unidos

Izquierda: manglares de Tailandia

Habitantes de las zonas húmedas: el cocodrilo, la rana toro, la libélula y una tortuga caja cavando un agujero donde desovar

[Reconocimientos]

H. Armstrong Roberts

Cortesía de National Research Council de Tailandia

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