¡Martirizados por su fe!
ERA un domingo bien temprano en la mañana. Una chusma de 500 personas rodeó una casa en la aldea de Pangi, en la provincia de Kivu, Zaire. La ruidosa muchedumbre de personas y el fuerte golpeteo en la puerta despertó bruscamente a los cristianos que dormían tranquilamente en la casa. ¿Qué ocurrió? Los de la chusma sacaron a la fuerza a siete varones cristianos, los golpearon despiadadamente y los obligaron a marchar siete kilómetros (4 millas) hasta la aldea de Kilungulungu, que está en el corazón de la selva.
Allí degollaron a estos cristianos amadores de la paz, y a uno de ellos lo mutilaron. Enterraron los cuerpos en el lecho de un río después que hubieron represado las aguas para la ocasión. Entonces, removieron el dique, ¡y las aguas del río fluyeron sobre la tumba común de ellos sin dejar rastro del horrible suceso!
¿A qué se debió esta matanza de inocentes?
Esta matanza de fieles testigos de Jehová fue el punto culminante de una ola de persecución que empezó en 1978 en la región de Kivu que está dominada por la tribu de los rega. ¿Por qué se efectuó tal matanza? Porque los testigos de Jehová no obedecieron a “Kimbilikiti”. Los líderes de esta religión ancestral de los waregas creen que los Testigos constituyen la mayor amenaza para toda su estructura tribual y que, por lo tanto, tienen que ser eliminados.
Entre 1978 y 1983, miembros fanáticos de este culto quemaron varios Salones del Reino de los testigos de Jehová. Amenazaron a muchos Testigos, los echaron de sus hogares y les confiscaron sus pertenencias. A menudo se hicieron esfuerzos por liquidar a los Testigos mediante la hechicería y los maleficios. Puesto que ninguna de estas medidas tuvo éxito, los perseguidores recurrieron al asesinato brutal en masa. (Compárese con Números 23:23.)
El horrendo incidente
No obstante, examinemos más detenidamente los trágicos sucesos que ocurrieron el domingo 14 de agosto de 1983. Si damos un vistazo al Anuario de los testigos de Jehová para 1983, ¡cuán apropiados son el texto bíblico y los comentarios para ese día! El día antes del asesinato de los siete fieles cristianos, la mayoría de los miembros de la pequeña congregación de los testigos de Jehová de Pangi habían venido a pie desde las aldeas vecinas para asistir a su acostumbrada reunión del sábado. Todos pasaron la noche en Pangi para asistir a la reunión de adoración el domingo por la mañana. Siete personas se quedaron en el hogar de Kalumba Malumalu, ministro de tiempo completo y superintendente presidente de la congregación. Junto con el hermano Malumalu, su esposa y sus dos hijitos, el total ascendió a once personas. Otras cinco personas hallaron alojamiento en la casa del hermano Kikuni Mutege.
Después de la reunión del sábado, los Testigos pasaron una agradable velada reunidos alrededor de una fogata, cantando canciones del Reino y contando experiencias. Notaron que grupitos de personas seguían pasando con desacostumbrada regularidad, todos ellos en dirección a una aldea que quedaba a dos kilómetros (1,2 milla) de Pangi. Los Testigos ni siquiera se imaginaban cuáles serían las consecuencias de aquella reunión de sus enemigos.
Como a las cinco de la mañana del día siguiente, una muchedumbre encabezada por Mulamba Musembe, jefe del grupo, rodeó la casa del superintendente presidente. Exigieron que el hermano Kampema Amuri y el hermano Waseka Tabu los acompañaran a ver al jefe de la Colectividad (Katunda Banangozi) para que realizaran “salongo” (trabajo comunal obligatorio para el mantenimiento de carreteras, puentes, y así por el estilo). El hermano Kampema explicó cortésmente que ya se había hecho un arreglo con el jefe Katunda para hacer el trabajo el día siguiente. Pero el jefe del grupo optó por considerar que la respuesta había sido irrespetuosa, y mandó a golpear al hermano Kampema. A esto siguió una orden de golpear a los demás hermanos.
Cuando la situación llegó a ese punto, la chusma se dio cuenta de que el “pastor” Kalumba Malumalu (el superintendente presidente) había vuelto a entrar en la casa. De modo que arremetieron contra la casa hasta que rompieron una pared. Entonces, varios de ellos irrumpieron en la casa en busca del hermano Malumalu. En el forcejeo resultante maltrataron a las hermanas, pero ellas y sus hijos lograron huir hacia donde estaba el jefe de la policía en busca de protección.
Mientras tanto, dos hermanos que se estaban quedando en la otra casa pudieron escapar. Uno de ellos (Hemedi Mwingilu) se escondió en una casa que estaba construida a medias y presenció el incidente. El otro hermano (Lulima Kazalwa) huyó a la selva.
Finalmente, agarraron a siete hermanos, los golpearon y se los llevaron con las manos atadas. Durante la marcha de cinco kilómetros (3 millas), hasta el bosque que está cerca de Kilungulungu, los apresadores golpearon a los hermanos y trataron de intimidarlos. Aunque los hermanos apenas estaban conscientes cuando llegaron al lugar, estaban resueltos a no transigir de su fe... a pesar de que podían ver que la muerte era inminente. Se encararon con valentía y dignidad a la muerte, como lo han hecho muchísimos otros cristianos fieles de tiempos antiguos y modernos. (Mateo 24:9; Revelación 2:10.)
Otro hermano, Amisi Milende, fue asesinado poco después. Estaba de viaje en Kama, pero unos hombres que fueron enviados allí lo arrestaron y lo trajeron atado a Binyangi (a 15 kilómetros [9 millas] de Pangi) para que compareciera ante Kibonge Kimpili, otro jefe de grupo. Mientras esperaba la llegada del jefe, este celoso Testigo animó espiritualmente a uno de sus primos y dijo a sus perseguidores que aunque él estaba a punto de morir, tenía la esperanza de que Jehová Dios lo resucitaría para vivir en la Tierra transformada en un paraíso. Varios hombres dieron muerte a este joven fiel. Su propio tío fue cómplice del asesinato; estaba particularmente amargado porque dos de sus hijos se habían hecho testigos de Jehová con la ayuda del hermano Milende. De hecho, ¡los dos hijos de aquel hombre, Malala Ramazani y Akilimali Walugaba, estaban entre los otros siete Testigos asesinados!
¿Qué hubo de los sobrevivientes?
Aquellos trágicos sucesos culminaron en el asesinato de ocho hombres, quienes dejaron viudas y huérfanos. Los sobrevivientes y los demás Testigos de la localidad, incluso las personas interesadas en las buenas nuevas, llegaron a ser objeto de gran odio. Por eso, con el tiempo, los Testigos tuvieron que huir a Kindu, la ciudad más cercana, donde recibieron trato excelente de los miembros de las tres congregaciones de testigos de Jehová de la localidad. La sucursal de la Sociedad Watch Tower de Kinshasa también ayudó a estos desconsolados hermanos por medio de enviarles ropa, mantas y dinero. Esta amorosa ayuda fue recibida con gran aprecio y resultó en un excelente testimonio para los parientes incrédulos y otras personas que observaban la situación (Juan 13:34, 35; Santiago 1:27). Las autoridades gubernamentales también intervinieron. Los perpetradores fueron arrestados y sometidos a juicio.
Estos horribles incidentes hacen surgir muchas preguntas. ¿Qué clase de religión es Kimbilikiti? ¿De qué naturaleza son las creencias y las prácticas que provocaron esta clase de persecución? ¿Y por qué fueron solamente los testigos de Jehová, y no ninguna otra religión, los que llegaron a ser objeto de tal odio?
[Fotografía en la página 3]
Aldea de Pangi
[Fotografía en la página 4]
Sendero que conduce al lugar de la ejecución